Hace un año me fui de nuevo a la Reserva de la Biósfera El Triunfo, fue la segunda vez que llegué al bosque de las nubes, de un año para acá han sucedido varias cosas, he entrado a la universidad a estudiar biología, he andado, he pajareado, y no había podido escribir mi relato de este viaje a un lugar como lo es El Triunfo: un año ha difuminado los recuerdos que guardo, pero no lo que he escrito, y lo escrito y recordado lo comparto.
Viajé de Xalapa, Veracruz a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
durante la noche, pasaron junto a mí kilómetros y kilómetros de camino para que
llegara finalmente a la central de autobuses el doce de enero de 2014, bastante
temprano he de decir, y allí me bajé con mi mochila pajarera y mi mochila de
cosas, esperando a los investigadores de ECOSUR, con los que iba a participar
en el monitoreo del Pavón (Oreophasis derbianus), Pajuíl (Penelopina nigra) y
Quetzal (Pharomacrus moccino)
Después de algunas horas de espera (en primera porque no se
esperaba que el camión desde Xalapa tardara poco) llegaron desde San Cristóbal
de Las Casas dos camionetas con todos los que iban a subir a El Triunfo esa
vez, de los que recuerdo, venía el doctor José Luis Rangel Salazar, el doctor
Miguel Ángel Martinez, Pedro Ramirez; un biólogo al que conocí en mi anterior
viaje, Francesca Albini y su esposo Mario, un observador de aves llamado Kraig,
una chava que se llama Ruth (de la que no recuerdo sus apellidos) y varias
personas más de las que realmente no me queda en la memoria siquiera el nombre,
una disculpa.
Subiendo hacia las nubes |
Así pues, comenzamos a subir al otro día, yo iba trepado en
una camioneta de redilas que me permitía ver el paisaje, a ver si en una de
esas se decidía aparecer un Zopilote Rey, pero no se apareció: en cambio,
comenzaron a aparecer árboles enormes, árboles viejos, potreros y la sierra se
perfilaba en el horizonte. El camino sigue y sigue, y nosotros seguíamos junto
con él, y llegamos finalmente a Finca Prusia y luego Santa Rita, las últimas
localidades antes de subir al bosque de El Triunfo, allí bajamos las cosas del
camión, les dejamos algunas a las mulas y las que podemos (y queremos) cargar
nosotros, las subimos a nuestra espalda.
campamento El Triunfo |
Sigo subiendo, el camino se va haciendo menos inclinado,
estoy dentro de la zona núcleo de la reserva. A pesar del sol de la tarde, bajo
la sombra de los árboles hace frío. He pasado las anteriores cinco horas
subiendo, y ahora que estoy arriba recuerdo que esto es un mundo sobre las
nubes, es un palacio en la altura donde las columnas son de madera, en ellas
están engarzadas las más finas joyas, y los señores este espacio son los
jaguares y los quetzales: este otro mundo, te va tejiendo recuerdos que ni el polvo
ni el ruido de la ciudad logran borrar.
Cuando la luna salía Yo con sus rayos paseaba |
Así pues, a la mañana siguiente me levanté temprano como
todos, desayuné un poco de cereal y café, como todos… pero a diferencia de los demás me tuve que
quedar (sin que eso fuera mucho de mi agrado) en el campamento, hasta que los
que salieron de muestreo estuvieran prácticamente acabando, para poder recorrer
un poco los senderos y pajarear. El día está lleno de nubes que me tocan la
cara. Pasa cerca de mí un Mirlo Acuático
(Cinclus mexicanus) que gusta de buscar comida en el arroyo que atraviesa el
campamento, también hay uno que otro Colibrí Gorjiverde (Lampornis
viridipallens) pero no mucho más: ya me pican los pies por caminar y finalmente
puedo entrar por el sendero Costa.
Allí adentro hay un árbol viejo que me encuentra a menos de
cien metros, es muy notorio porque está en una especie de claro allí junto al
sendero que asciende, allí cerca anda un grupo de charas unicolores (Aphelocoma
unicolor) más lejos está llamando un Breñero Rojizo (Clibanornis rubiginosus) y
el camino sigue y sigue: comienza a ascender levemente hasta que ya no asciende
más; he llegado al parteaguas donde se divide la depresión central de Chiapas,
de la vertiente del pacífico, a partir de allí, como por arte de magia la
niebla desaparece y si bien no hay sol, hay una ligera resolana que me calienta
un poquito.
Atthis ellioti |
A mi espalda está la ladera, y allí está cantando un macho
de Zumbador Centroamericano (Atthis ellioti) haciendo su despliegue de colores
para atraer a algunas hembras que andan por allí, de repente sube otro macho
¡salido de quiensabedonde! Y lo espanta, pero al rato vuelve a cantar y se
mueve por el matorral que allí crece. Para ese momento ya vienen regresando los
encargados del monitoreo y subimos todos, y cerca del campamento me quedo atrás
porque vi un poco de actividad: allí estaba el Chipe de Ceja Dorada
(Basileuterus belli) también estaban los Chinchineros (Chlorospingus
ophtalmicus) y de repente sale de entre el sotobosque un pájaro de lo más raro,
todo café, dando saltos entre las ramas sin quedarse quieto ni un segundo, y
así como llega, así se va: señoras y señores, ese fue el Breñero Rojizo
(Clibanornis rubiginosus) y con los saltos hiperactivos de ese habitante del
sotobosque todavía en la retina, camino felizmente hasta la cocina, porque ya
hace hambre.
Por la tarde me concentro en buscar al Mulato Pechiblanco
(Melanotis hypoleucus) que algunas veces llega, sin embargo el muy [Inserte aquí insulto de su preferencia] se esconde de mí. Se hace tarde y las nubes comienzan a juntarse, habrá lluvia.
Efectivamente, al otro día amanecemos cubiertos de agua,
llenos de humedad, como para quedarse en el campamento viendo llover, pero no,
¡hay que monitorear aves! Así que
tomamos rumbo hacia el sendero Prusia, ahí vamos, Ruth, Pedro, el doctor Miguel
Ángel y yo, y llueve… y llueve: acá en mi tierra le decimos a esa llovizna
“chipi chipi” en donde no sientes lo duro, sino lo tupido. Caminamos un
kilómetro y nada de pavón u otra ave, pura lluvia, caminamos más y la lluvia
comienza a arreciar, caminamos más y de repente… un Pavón.
Oreophasis derbianus |
Allí está aquel enorme primo de los guajolotes, pero más que
el impresionante y misterioso animal que sale en las fotos promocionales de
Chiapas, este ejemplar es más bien una masa de plumas mojadas y aplastadas con
un cuerno rojo: se mueve entre las ramas llenas de epífitas, nos ve, lo vemos…
y se va. Nosotros también nos vamos, avanzando hasta llegar al final del húmedo
sendero, y los pavones no se vuelven a aparecer.
Lampornis viridipallens |
Ateles geoffroyi: un primo mío |
Por la tarde me encargo de ayudar a Pedro a checar unas
grabadoras para poder recopilar vocalizaciones de los Búhos Leonados (Strix
fulvescens) y para ver si acaso puedo encontrar ese búho que me ha estado
evadiendo desde que llegué, y no lo encuentro. Como dato curioso, todos los que
salieron a los monitoreos pudieron verlo en algún sendero, excepto yo, eso pone
definitivamente a este búho en mi lista de Némesis… tendré que regresar por él,
porque esta es la última noche aquí arriba, mañana emprenderemos el regreso.
Lepidocolaptes affinis |
Se escucha como cuando soplas por la boca de una botella, es
un sonido muy grave, de muy baja frecuencia, pero allí está, llamando casi en
la copa de un árbol, luego se mueve con una lentitud pasmosa, abre sus alas y
se pierde en el bosque, esta vez sí se ve realmente magnifico. Y al bajar me
espera otra sorpresa: un Momoto Gorjiazul (Asphata gularis) se para en una rama
en medio del camino y me permite observarlo durante un rato, es un ave
genial, distinta del momoto al que estoy acostumbrado, y además, es la primera vez que la veo.
genial, distinta del momoto al que estoy acostumbrado, y además, es la primera vez que la veo.
Una vez en el sendero Prusia, me vuelvo a cruzar con un
Pavón, en esta ocasión está comiendo de un árbol muy alto, parece ser que come
aguacate, le tomo fotos y sigo bajando, no puedo detenerme mucho, pero me paro
al ver una parvada mixta: hay Breñeros, un Mosquero Amarillento (Empidonax
flavescens) y Clorofonias (Cholorphonia occipitalis) que están muy cerca de mí:
aprovecho la ocasión para tomarles foto, pero no me doy cuenta de que la
parvada está allí por las hormigas, las mismas hormigas que están subiendo por
mis pantalones, así que salgo corriendo de nuevo, tratando de quitármelas.
Finalmente, cuatro horas y varias mordidas de hormiga
después llego a Santa Rita, el mismo punto desde donde salimos: esperamos a
quienes faltan por bajar y subimos a las camionetas. Allá atrás quedó El
Triunfo y su niebla, sus habitantes y sus historias, allá atrás quedó, pero
también aquí adentro. Allí donde crecen los recuerdos como enredaderas.
Chlorophonia occipitalis |
Me pregunto cuántas veces te he dicho que te odio... :'(
ResponderEliminarXDDD
Pero fuera de eso, que padrisimo que tengas la fortuna de conocer semejante biodiversiadd
Sigue así, quizás llegues a ver un Velociraptor o un Archaeopteryx :P
Saludos